Hoy el pesimismo recorre al país e infecta a quienes entran en contacto con él. México vive obsesionado con el fracaso. Con la victimización. Con todo lo que pudo ser pero no fue. En México mostramos una peligrosa inclinación por ordenar superficialmente la realidad en vez de buscar su transformación profunda, aunque es cierto que algunas prácticas del pasado han sido enterradas, numerosos vicios institucionales asociados con el autoritarismo siguen allí, coartando la representación ciudadana y la gobernabilidad democrática. . En la nueva era todavía andan sueltos los viejos demonios. La corrupción. El patrimonialismo. El rentismo. El uso arbitrario del poder y la impunidad con la que todavía se ejerce; Por todo ello, la consigna actual no debería ser la celebración de lo logrado, sino la honestidad ante los errores cometidos. El reconocimiento de lo mucho que falta por hacer.
El monólogo de los líderes se convertirá en el coro de la población. La exasperación de los ciudadanos construirá cercos en torno a los políticos. Cada persona tendrá su propia lista, su propio pedazo del país colgado del corazón. Una lista larga, rica, colorida, voluptuosa, fragante. Una lista con la cual contener el pesimismo; una vacuna contra la desilusión. Una lista de lo mejor de México.
Porque el credo de los pesimistas produce la parálisis. Engendra el cinismo. Permite que los partidos vivan del presupuesto público sin cumplir con la función pública; Permite la persistencia de los privilegios y los cotos. El pesimismo es el juego seguro de quienes no quieren perder los privilegios que gozan, los puestos que ocupan, las posiciones que cuidan.
Corrupción que está presente a lo largo y ancho de los gobiernos, desde los municipios, pasando por los estatales hasta el federal. Impunidad que incentiva la falta de cumplimiento de la ley. Y un aspirante a llegar a ocupar el cargo de mayor relevancia nacional apoyado y promovido por la televisión. Por otro lado una mayoría ciudadana indiferente, que en algunos sectores participa de la corrupción o la ve como cualquier otro rasgo de de la identidad nacional.
Pederastas protegidos desde el poder por un gobernador estatal, monopolistas beneficiados desde la presidencia, concesionarios favorecidos con una ley a la medida de sus intereses desde el Congreso. Ciudadanos que tiene que pagar altas tarifas de servicio telefónico fijo y móvil o que tienen que aceptar como verdad la información que aparece en las pantallas de las dos televisoras que en conjunto tienen más del 80% de la teleaudiencia, ante la falta de alternativas que son posibles.
Deficiente regulación de la autoridad en la materia. Ciudadanos consumidores resignados en su mayoría a pagar las elevadas tarifas para seguir contribuyendo al crecimiento de la fortuna de uno de los hombres más ricos del mundo en un país de una de las mayores desigualdades del orbe. El país de uno.
Ex gobernadores que saquearon las finanzas de sus entidades, que persiguieron hasta el crimen a sus opositores y que disfrutan de lo mal habido y de la impunidad que el sistema del que forman parte les garantiza. Ciudadanos detenidos, procesados y sentenciados sin que hayan conocido al juez que los juzgó y sentenció siendo inocentes. Bandas de criminales exacerbadas en las calles de algunos pueblos y ciudades otra hora tranquilos. El ejército como pretendida solución ante la incompetencia y corrupción de cuerpos policíacos Ciudadanos inocentes víctimas de fuegos cruzados y llamados desde la máxima posición de poder político formal como “daños colaterales”.
Comentario.
Denisse Dreser documenta una realidad pesimista en esta extensa anunciación de una serie de problemáticas del país llama a la participación, recomienda ser ciudadanos exigentes de su gobierno y de las empresas que les otorgan los servicios o les venden bienes a elevados precios, convoca a unirse a otros a que sean los ciudadanos los que determinen el rumbo a seguir y no una oligarquía que se mantiene donde está, indiferente de sus conciudadanos. Llama a hacer el país de uno.
Probablemente pueda coincidir en algo o en mucho con las propuestas de la autora. Es acertada su crítica fuerte a quienes gobiernan y a quienes detentan el poder económico. Es un retrato, que documenta que no hay cambio. pero que puede haberlo.
El libro abona al debate necesario para pensar cómo queremos que sea el país de uno. La gran oportunidad de cambio viene ya. Y la autora nos advierte, nos previene de no dejarnos seducir por el encanto de la pantalla. Finalmente cada quien decide. La decisión nos afecta o beneficia a todos. Y requiere una participación colectiva.